miércoles, 14 de noviembre de 2012

Ayer estuve en Innisfree

Hoy, si me lo permiten, voy a apartarme de la línea histórica de las útimas semanas (volveremos a ella en breve) y vamos a ir a algo más personal.

Los humanos necesitamos evasiones, necesitamos alguna herramienta para dominar nuestro pensamiento y evitar su independencia. Siempre he sido muy torpe en eso de la relajación, pero también de la concentración. Mi cerebro es demasiado independiente (independentista, diríamos ahora) y sigue demasiadas veces su propio camino, no el que yo le intento imponer. Si lo que necesito es concentración la solución es difícil y no queda más que intentarlo e intentarlo y volverlo a intentar, dedicando a la tarea en cuestión mucho más tiempo del que normalmente requeriría. En cambio, si lo necesario es relajación la cosa cambia, he de darle algo de carnaza para que suelte aquello que le obsesiona. A este efecto hay pocas, muy pocas, cosas que me sirvan, siendo las más sencillas de utilizar una buena lectura o una gran película.

NOTA: El video que sigue TIENE SENTIDO, luego veremos cual. Sugiero que le den al play y lo dejen de banda sonora del post.




Ayer, sentado en mi habitual asiento de ventanilla en un vuelo de vuelta a casa, me dio por revisitar uno de mis clásicos favoritos, una de las apuestas seguras cuando quiero evadirme y desconectar, una de las tantas pequeñas obras maestras de John Ford: "El hombre tranquilo".

Hace ya bastantes años, cuando lo habitual entre mis compañeros de clase era que soñaran ser Maverick sobre su GPZ900 (por cierto, no sé cómo habrán digerido todos aquellos que la protagonista de sus sueños húmedos sea lesbiana), yo quería ser Sean Thornton. Quiero suponer que, en realidad, no  fui un adolescente tan repelente pero me temo que sí, lo fui.

Desde la primera vez que vi este pequeño relato casi intrascendente sobre la llegada de un supuesto forastero a un pueblo típicamente irlandés me cautivó su ambiente, su sencillez y al mismo tiempo su profundidad. Como decía, Innisfree es el perfecto reflejo de la idealizada Irlanda que habitaba la mente de Ford. No he estado aún en Irlanda, es otro de mis viajes pendientes, este de los fáciles, pero imagino que no queda ya nada de aquello, si es que alguna vez lo hubo.

Todos los personajes de la película son buena gente, todos, incluso el supuesto "villano", Will Danaher, resulta ser al final nada más que un tierno malo de chiste que acaba compartiendo borracheras con Sean, después de una buena pelea a puñetazos, claro. Tuve hace años un compañero de trabajo que, aparte de saberse las capitales de todos los países y cuasipaíses que en el mundo han existido, siempre que oía mencionar a John Wayne, John Ford o "El hombre tranquilo" hacía un gesto como de remangarse en preparación para una buena pelea. Y es que esa es una de las características que impregna la película (y probablemete también la vida de Ford, Wayne e incluso O'Hara): la de la entereza, los valores, la defensa de los mismos y el respeto al adversario. Cada una de las peleas de "El hombre tranquilo" empieza y acaba con una sonrisa, no es casualidad.
Afectuoso apretón de manos
entre Will Danaher y Sean Thornton

Todos los personajes están tan bien caracterizados que solo tras unos minutos de película parece que los conoces de toda la vida, desde el borrachín Miguelín hasta los dos párrocos: el católico y el anglicano reverendo Playfair (Playfair!!! For Chrissake! Playfair!!!). Impagable el momento en que los católicos, liderados por el páter y su ayudante (clergyman oculto, para no delatarse) vitorean al obispo anglicano y a Playfair para hacer quedar bien a este último "porque se trata de un buen hombre". Hasta la viuda Sarah Tillane parece de nuestra familia nada más conocerla y sus reacciones no pueden pillarnos por sorpresa.

Mary Kate se va a hacer la cena

La escena culminante de la película es la gran pelea entre Will y Sean tiene su preludio en el larguísimo arrastre de Mary Kate Danaher desde la estación hasta el pueblo. Durante cinco minutos y medio Sean Thornton, seguido por una multitud expectante (incluso una mujer le ofrece una vara para "pegarle a su encantadora señora") arrastra por las colinas a su esposa para acabar arrojándola a los pies de su hermano. Como él dice, no se está rigiendo por sus (de él) normas, sino  por las que ella lleva tiempo exigiéndole que aplique. Hasta ese momento Sean ha evitado la lucha, aunque solo nosotros y el padre Playfair sabemos por qué. Mary Kate entiende que eso es un gesto de cobardía y que no la quiere lo suficiente para pelear por su honor, así que le desprecia y se avergüenza de haberse casado con un cobarde que permite que a ella, a su mujer, le roben su dinero, las 350 libras prometidas como dote. Por fin, Sean cede a los deseos de su esposa y, paradójicamente, muestra más respeto hacia su mujer arrastrándola, pateándole el culo y arojándola a los pies de su hermano del que cualquier zapaterina de cuota pudiera recibir. La deuda es pagada y el dinero acaba inmediatamente en el fuego... pero la pelea aún no ha comenzado. Justo tras el primer puñetazo (fallido) de Will a Sean y la respuesta de éste (directo al estómago) una Mary Kate manifiestamente orgullosa por todo lo sucedido se marcha del lugar a "preparar la cena a su marido". Después, la gran pelea e, intuimos, dos grandes amigos para el futuro. Como diría Miguelín : "Homérico"

John Ford es bastante respetado por todo el mundo ya que sería estúpido negarle el mérito a un genio como él por sus ideas políticas, que además no parece que fueran las que le suelen asignar alegremente. Sin embargo no sucede lo mismo con Wayne, habitualmente tachado poco menos que de fascista. Según parece Wayne, el Duque, era en su vida privada también un hombre de una pieza, chapado a la antigua pero de moral intachable según sus amigos (como Ford y Maureen O'Hara). En cierto modo como muchos de sus personajes, por ejemplo como Sean Thornton.

El Duque mencionado en la letra de la canción de Loquillo que puse al principio es Wayne. No sé si realmente la frase "Feo, fuerte y formal" (así, en español) está, como dicen, escrita sobre su lápida, pero sí es cierto que alguna vez la mencionó como definición de cómo le gustaría ser recordado.

Ayer no vi una película, ni siquiera vi una gran película. Ayer, durante un par de horas, estuve en Innisfree.

Y no dejaba de pensar en mi Mary Kate...