jueves, 14 de marzo de 2013

El Zipango ibérico: mártires en Japón

Puede que éste sea el momento en el que más historias estén esperando su turno para aparecer en profundosoconfusos desde su creación hace casi un año. Tengo pendientes al menos tres asuntos que ya se han comentado en el blog en algún momento y sobre los que me queda aún mucha información que buscar. Además, un amable lector (y sin embargo amigo) me ha sugerido una historia que desconocía completamente y que tiene una pinta excelente y se adapta a la perfección a esta bitácora. Les animo, por cierto, a hacer sugerencias, que los comentarios están más parados que el caballo de un fotógrafo.

Esta semana, sin embargo, la actualidad me ha traído, de la forma más insospechada posible, un regalo que no puedo rechazar. Ayer fue elegido el nuevo Papa de los católicos: Papa Francisco. Parece que el ex-obispo de Buenos Aires no ha elegido ese nombre en honor de San Francisco Javier, misionero de la Compañía de Jesús y compañero de su fundador, San Ignacio de Loyola, pero nosotros vamos a seguir por ese camino. Da la casualidad de que Francisco Javier pasó un tiempecito por Japón y aún hoy es muy conocido por allí. De hecho, está entre los cinco personajes reales más nombrados cuando preguntas a los japoneses por españoles (junto a Antonio Gaudí, Pablo Ruiz Picasso, varios jugadores de fútbol a los que consideramos como uno solo y otro Francisco... sí, Franco). Supongo que el hecho de que San Francisco Javier escribiera cosas como esta:

"Toda la gente que hemos encontrado hasta ahora son en mucho la mejor de todos los países descubiertos. Y me parece que nunca encontraremos un pueblo entre los no cristianos igual al de Japón. Tienen excelentes modales, no son maliciosos… son hombres de honor que lo anteponen a todas las cosas"

habrá ayudado a cimentar su popularidad en el país del sol naciente...

Dado que el origen de este blog fue contar un viaje a Japón y que luego ha devenido en un buscador de pequeñas historias que nos recuerden la importancia de España, había que encontrar algún modo de sacar provecho de esta coincidencia. No, no voy a contarles la historia de San Francisco Javier, que por otra parte es interesantísima, pero sí empezaremos la entrada con su llegada a Japón...

La cruz llega a Nihon

Monumento a Francisco Javier en Shimonoseki. Ya, no parece gran cosa...
De los 266 papas que la historia ha visto, creo que solo 3 han sido españoles, aunque yo no soy nada experto en esta materia. Mr. Google sí parece serlo. Si hubiera que relacionar las nacionalidades de los papas con aquellos países que más hicieron a lo largo de la historia por que el cristianismo sea hoy la religión más extensa geográficamente del mundo, no cabe duda de que el número de españoles o portugueses debería ser destacado; como hemos ido diciendo, los ibéricos no pararon de evangelizar "infieles" en todo el mundo conocido durante cientos de años. En fin, unos llevan la fama y otros cardan la lana...

En el verano de 1549, Francisco Javier llega a Kagoshima, en el sur de Kyushu, la isla más meridional de las cuatro principales que conforman Japón (de N a S: Hokkaido, Honshu, Shikoku y Kyushu) junto a dos compañeros religiosos y un traductor. Francisco Javier pasó en Japón poco más de dos años, durante los cuales tampoco puede decirse que alcanzara un éxito arrollador en cuanto a conversiones. Sin embargo sí plantó una semilla que dio origen a una pequeña comunidad católica en el sur de Japón. Francisco Javier partió hacia India y luego China, donde murió en 1552. Esta breve estancia en tierras niponas fue suficiente para ser recordado por casi todos los japoneses, e incluso identificado como español, como os decía antes.

El siguiente hito en la historia del cristianismo en Japón fue la llegada del jesuita Alessandro Valignano en 1579, de italianísimo nombre por haber nacido en 1539 en el sur de Italia, a la sazón parte de la corona española. Valignano fue el  impulsor de las actividades comerciales por parte de los jesuitas y lo fue desde un punto de vista puramente pragmático: las misiones establecidas en Japón necesitaban recursos y  las asignaciones recibidas no les permitían sostenerse. Puesto que los jesuitas estaban presentes tanto en Macao como en Japón ¿por qué no favorecer activamente el comercio entre ambos lugares? Básicamente iba seda (de China) y volvía plata (de Japón) y, claro, los jesuitas pillaban cacho, en concreto unos cinco mil ducados  por cargamento. La cosa funcionó, más aún desde que en 1580 el daimyo local, Omura Sumitada (que se había convertido al cristianismo y era conocido como Don Bartolomé) cede el puerto de Nagasaki a los jesuitas a perpetuidad. Perpetuidad que duró 8 años, por cierto.

Felipe II recibe a la embajada Tensho
Hubo un episodio sorprendente en los años siguientes, la conocida como Embajada Tenshō así llamada porque tuvo lugar en la era Tenshō (1573-1592). El mismo Valignano organizó la visita de los hijos de cuatro destacados nobles japoneses convertidos al cristianismo a los centros de poder católicos de la época, es decir, España y Roma. Salieron de Nagasaki el 20 de febrero de 1582 y tras un largo viaje por Macao, Goa y Kerala, llegaron a Lisboa el 11 de agosto de 1584. El 14 de Noviembre de ese mismo año son recibidos por el rey Felipe II y poco después parten hacia Roma, donde el 23 de Marzo de 1585 uno de los visitantes (Julián Nakaura, recordad su nombre) es recibido por el Papa Gregorio XIII, el del calendario gregoriano. Nakaura no fue un tipo con suerte, como luego veremos,  y la primera pista de su condición de gafe es que el Papa murió sólo unos días después, el 10 de Abril, así que los muchachos asistieron a la fumata blanca por Sixto V. Antes de volver a Japón, Felipe II los volvió a recibir en Monzón, lo que da una idea de la importancia de la embajada. Llegaron de regreso a Japón en Julio de 1590.

Fueron muchos otros misioneros jesuitas y franciscanos los que tomaron el relevo, entre ellos nos vamos a fijar en Pedro Bautista (desde 1862 San Pedro Bautista, no le apeemos el tratamiento), por ser de los primeros, por tener una interesante historia que contar y, sobre todo, por ser de Ávila.

Pero antes de investigar a San Pedro y sus circunstancias, parémonos un momento a ubicarle a él y al resto de los misioneros que se movían por la zona y, sobre todo, a comprender cómo era el país al que llegaban. Japón es un país muy antiguo y complejo, lo que unido a la peculiaridad de todas las civilizaciones insulares hace que comprenderlos sea, digamos... no sencillo. Creedme, sé lo que digo. El final del siglo XVI y el principio del XVII (siempre según nuestro calendario, claro está) marcaron la historia de Japón durante los dos siglos y medio siguientes, hasta la restauración Meiji de 1868. Hasta ese año, en Japón imperó un sistema feudal, casi medieval en muchos aspectos y básicamente aislado del resto del mundo. El inicio de ese periodo de aislamiento coincidió -y desde luego no fue casualidad- con la llegada de misioneros católicos y la rápida expansión de esta religión en Japón.

Ahora, volvamos a nuestro abulense...

San Pedro Bautista

Toyotomi Hideyoshi.
No me imagino como, con esa cara
de buena gente, se puso como se puso.
A finales del XVI los españoles ya estaban confortablemente asentados en Filipinas y dar de nuevo el salto a Japón para continuar evangelizando era el siguiente paso natural. Hacía ya casi 50 años de la llegada de Francisco Javier, pero no se había consolidado la presencia. Es más, había una creciente hostilidad por parte de los gobernantes japoneses, especialmente de Toyotomi Hideyoshi, el daimyo que ya estaba sentando las bases de lo que finalmente conseguiría Tokugawa. Don Toyotomi, de hecho, envió algunos mensajes a Filipinas de los que no se deducía en absoluto que estuviera dispuesto a ser un buen vecino:

"Reconoced mi señorío, porque si no viniéredes luego a hacerme reverencia y postraros delante de mi rostro por tierra, sin duda enviaré mi ejército y os haré destruir y asolar"

OK, mensaje recibido. Los españoles ya sabían que Japón no era igual al resto de países de la zona y que los japoneses eran raritos, pero había que tomárselos muy en serio.

Se enviaron un par de embajadas desde Manila, yendo a la cabeza de la segunda de ellas el franciscano Pedro Bautista, en 1593. No sé como nos las apañamos, pero allí donde parte una expedición española, aparece un huracán. Sea donde y cuando sea... en este caso los tifones estuvieron a punto de dar al traste con la embajada, pero finalmente solo separaron los barcos, que llegaron a distintos puntos de Kyushu. Le llevó un tiempo, pero finalmente Pedro Bautista pudo entrevistarse con Hideyoshi y, para sorpresa de todos los presentes, la reunión acabó bastante mejor de lo que empezó. Sorprendentemente, Hideyoshi pasó de amenazar a los españoles con asolación y viento divino (bueno, en realidad lo del viento divino, que ya había dado al traste con la invasión mongola del siglo XIII no lo rescatarían hasta 1944, más o menos) a ofrecerles un solar en Kyoto para abrir una iglesia; los japoneses debían ya saber que un español con un solar vacío es más feliz que un perro con dos colas. Por otra parte, está claro que Fray Pedro llegó lejos en esto de la religión, no creo que se pueda ascender mucho más allá de santo, pero de no haberlo hecho habrá tenido un prometedor futuro como comercial, el tío.

El orensano
San Francisco Blanco,
otro de los mártires
El 4 de Octubre de 1595, día de San Francisco, se inauguró la iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles y no mucho más tarde un par de hospitales para leprosos, el de Santa Ana y el de San José y las habituales escuelas. Ahora sí podía decirse que el crecimeinto del cristianismo estaba cuajando para cabreo generalizado de cierta parte de la sociedad japonesa y... de los jesuitas y portugueses, que se imaginaban que ese crecimiento sería algún día cortado de raiz y eso les podría perjudicar también a ellos (y a los negocios luso-nipones, claro). Ajeno a todo esto, Pedro Bautista continuó abriendo conventos, iglesias, hospitales y lo que pudo, básicamente en Osaka y Nagasaki (ciudad esta última que había sido fundada por los portugueses como puerto de entrada a Japón)

Solo un año después, a finales de 1596 el buen rollito se acabó. Hideyoshi fue sucumbiendo a la opinión de sus consejeros más feroces y cambió de idea respecto a los forasteros. Pedro fue arrestado en Kyoto y posteriormente, ya en 1597 fue trasladado a Nagasaki, donde el 5 de febrero  fue ejecutado junto a  otros 25 cristianos (6 franciscanos, 3 jesuitas y 17 laicos japoneses, con nombres tan sonoros como Cosme Takeya o Pablo Suzuki). En esta ocasión, en lugar de usar el sistema tradicional de ejecución japonés, los 26 fueron crucificados y lanceados en la colina de Nishizaka, lugar en el que hoy hay un monumento a los "26 mártires". Se podría decir que, con esta acción, los nipones dieron origen al infundado (por supuesto) estereotipo de que se dedican básicamente a copiar y evolucionar inventos de otros. Los 26 fueron canonizados en 1862 por Pio IX (sí, el de los pastelitos granaínos). Hideyoshi falleció al año siguiente en el castillo de Fushimi, que debió ser tan impresionante como la réplica, de 1964, que ahora hay en su lugar. Su muerte dio paso, tras unos años de conflictos a la era Tokugawa, que se extendió hasta 1868 y que no se caracterizó precisamente por su apertura.


Los Tokugawa


Podría esperarse que el triste óbito del simpático y afable Hideyoshi diera paso a una etapa menos tensa entre nipones y misioneros, pero 1.- nada más lejos de la realidad y 2.- a estas alturas os habréis dado cuenta de que entender a los japoneses es más difícil que barrer una escalera para arriba. Al inicio de su shogunato, Tokugawa fue condescendiente o, al menos, consintió el cristianismo con tiras y aflojas, algunas ejecuciones, destrucciones de iglesias... lo normal, ni contigo ni sin ti  Don Ieyasu murió en 1616 (y se construyó este pedazo de mausoleo) y a partir de ahí las cosas fueron a peor. Japón había enviado alguna embajada más a Europa y los resultados no fueron buenos. Por el camino, en 1609, se había concedido a los holandeses el derecho a comerciar con el puerto de Hirado, abriendo una nueva forma de comercio no relacionada con los religiosos. Pudiera parecer que se había consentido la presencia de los misioneros mientras fueron más o menos necesarios para favorecer el comercio y se les persiguió al máximo una vez las nuevas vías estuvieron en marcha, pero no vamos a ser malpensados.

El goteo de ejecuciones fue continuo, con momentos especialmente agresivos en 1622 y 1633 con Nagasaki como epicentro de los martirios. Precisamente en 1633, el 21 de Octubre, fue martirizado, de nuevo en la colina de Nishizaka, nuestro viejo amigo Julian Nakaura, que había conocido personalmente a dos reyes de España (Felipe II y Felipe III, a este como príncipe) y dos Papas de Roma (Gregorio XIII y Sixto V).

El número total de asesinados fue de centenares, entre misioneros, principalmente españoles y portugueses, y bautizados locales.

En 1636 se concluyó la construcción de la isla artificial de Dejima, que debería ser el único punto de contacto entre el mundo exterior y Japón, que quedaba de esa forma básicamente aislado. Originalmente los comerciantes eran portugueses, pero entre 1641 y 1853 fueron los holandeses los que se aprovecharon de este monopolio. Como veis, relación a tres bandas entre política, religión y, por encima de todo, comercio.

Siguió habiendo cristianos en Japón durante generaciones, pero en un número reducidísimo.

Como cierre, permitidme una fotografía no relacionada de forma directa con lo hechos de hoy. Se trata de uno de los monumentos que se han preservado (en parte) en Nagasaki en el estado en que quedaron en agosto 1945, tras Fat Man. Curiosamente, en una ciudad que fue centro de la persecución a los cristianos en Japón y en la que tantos encontraron la muerte, se trata de una catedral, la de Urakami. Fat Man detonó a escasos 500 m y la destruyó completamente, matando a todos los fieles que, a las 11:02 del 9 de Agosto de 1945 asistían a misa. La catedral se reconstruyó más o menos en el mismo sitio en 1959, aunque en su día hubo muchas discusiones ya que hubo quien pretendió dejarla tal como estaba, igual que el memorial de la paz que está en Hiroshima. Precisamente fue la importancia histórica del cristianismo en Nagasaki la que hizo que se reconstruyera. Se conservaron algunos de los muros en ruinas, nada más.

Nota, no me he equivocado en la fecha, la foto es de 1946, no de 1945.


AÑADO el 23.04.13: Parece ser que Scorsese está preparando una película sobre el tema. Se llamará Silencio y está basada en la novela homónima de Shusaku Endo




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