viernes, 1 de marzo de 2013

Tres islas, tres nombres, tres hombres.

Klaatu desciende de su nave
Si hacemos caso de las películas -que, sinceramente, es la única fuente de información al respecto que tenemos- los alienígenas tienen por costumbre aterrizar en nuestro planeta en algún lugar más o menos aislado de los Estados Unidos de Norteamérica: Nuevo Méjico, Arizona y tal. Una vez allí, se suelen dirigir con bastante calma a los lugareños para pedir que les lleven hasta su líder. Claro, en el siglo XVI o XVII aún no había cine. De haber sido así, tal vez Klaatu habría aterrizado su platillo en Madrid y ahora el famoso "Klaatu barada nikto" habría sustituido al menos llamativo "¿Qué pasa tío?". Incluso si Klaatu no hubiera dado con un villorrio de 12.700 habitantes (los que tenía Madrid en 1561, cuando fue designada capital del más vasto, con uve, imperio de la época), las probabilidades de encontrarse con un grupete de españoles era muy alta. Aterrizase donde aterrizase. VER NOTA AL FINAL DE LA ENTRADA.

En efecto, ya en el siglo XVI parte de los menos de 8 millones de españoles estaban repartidos por el ancho mundo, básicamente en Europa y América, pero como ya hemos visto algunos se aventuraron mucho más lejos. Hoy vamos a hablar de tres de estos españoles, cuyas aventuras, o desventuras, ligaron su nombre a tres islas o archipiélagos, bien es cierto que las tres dejan muchos interrogantes sobre la certeza de cada uno de sus detalles. Sin un orden concreto.. bueno, sí, hay un orden, para qué os voy a a engañar...

1.- El archipiélago de Juan Fernández

Se suele decir que la Isla de Pascua es la isla habitada permanentemente más alejada de otro asentamiento humano, lo que la convierte en un lugar bastante remoto, por decirlo de alguna manera. Sin embargo, aunque es ciertamente un lugar aislado, hay algunas islitas entre Rapanui y la costa Chilena. Las Islas de Juan Fernández forman parte de esa cadena. 

El archipiélago está compuesto por tres islas principales, aparte de numerosas islas menores e islotes: la Robinson Crusoe, la Alejandro Selkirk y la Santa Clara. Esos son los nombres actuales, los antiguos eran bastante más descriptivos, ya que las dos primeras se llamaban Más a Tierra y Más afuera. Sencillo ¿no?

Priápico mapa de las islas Juan Fernández.
No haré comentario alguno.
Las corrientes marinas no se ven, pero se sienten. Tanto se sienten que en la época de la que hablamos imposibilitaban directamente algunos viajes; otros, sencillamente, los dificultaban. El viaje hacia el sur por la costa pacífica de Perú y Chile era sumamente complicado y lento debido a la corriente de Humboldt.  Esta corriente es responsable de la aridez de la zona costera de Chile y Perú, muy diferente de lo esperable a esas latitudes. Al tratarse de una corriente muy fría reduce la evaporación del agua del mar, lo que a su vez genera unas precipitaciones casi nulas. Aparte de ese efecto, la corriente hacía muy lento el viaje de el Callao a Valparaíso. El marino cartagenero Juan Fernández pensó con acierto -y doscientos años antes que Humboldt-  que la corriente sería mucho más fuerte junto a la costa y decidió alejarse hacia el interior del Pacífico antes de tomar rumbo sur. De esa forma acortó el viaje de seis meses a 30 días. Como aportación al progreso del comercio no está mal, pero no se quedó ahí. Esa ruta le llevó a avistar el archipiélago que ahora lleva su nombre en algún momento entre 1563 y 1574, aunque sea este último año el que se de como fecha oficial del descubrimiento. Como nota curiosa, fijaos como queda descrito por Fernando de Montesinos en los Anales del Perú:

"1574. Este mismo año descubrió Juan Fernández las islas de su nombre, yendo casualmente al Pirú, y tocó en ellas por fuerza de viento yendo de Chile, de donde era vecino. Dejó allí una cabra, y se marchó."
Sí, evidentemente andábamos escasos de pobladores, cuanto más de colonizadores. Además una cabra. Sola. Aburrida...

Os habrán llamado la atención los nombres actuales de las dos islas principales: Selkirk y Crusoe, por abreviar. Alexander Selkirk fue un marino escocés nacido a finales del XVII. En 1704 formaba parte de la tripulación de un cascarón llamado Cinque ports, que tocó la costa de la entonces deshabitada Más a Tierra (actual Robinson Crusoe). En ese punto, no sabemos si arengado por el ron, Selkirk osó decir que el Cinque Ports no estaba en condiciones de cruzar el Pacífico y que, si el barco no era reparado allí mismo, él prefería quedarse en la isla. Dicho y hecho, el capitán ordenó que Selkirk desembarcara con todos sus pertrechos mientras ellos zarpaban. Parece ser que Selkirk se arrepintió en el acto y, probablemente ya sin ron en las venas, perdió toda su fanfarronería y dignidad pidiendo a gritos que lo subieran de nuevo a bordo, a lo que el capitán contestó con el equivalente británico de una pedorreta. Cuatro años y cuatro meses pasó Selkirk en Más a Tierra. Si os digo que Daniel Defoe supo de esta historia e incluso se entrevistó con Selkirk antes de publicar su más famosa novela, ya iréis entendiendo por qué Más a Tierra se llama ahora Robinson Crusoe. Como Selkirk también se merecía un homenaje, el hombre, le pusieron su nombre a otra isla del archipiélago, la Más adentro. Por cierto, en la tercera parada de esta entrada por capítulos  comprobaremos (y demostraremos) que tanto Selkirk como Crusoe eran unos marikitas.

Isla de Robinson Crusoe o de Más a Tierra
Por su parte, Juan Fernández ganó mucha menos fama que Selkirk o Crusoe, pero sus aportaciones no se quedaron ahí. Después de abrir de forma definitiva y práctica la navegación entre Perú y Chile siguió pilotando, que era lo suyo y, aunque no haya pruebas concluyentes de ello, parece probable que llegara a Nueva Zelanda y Australia. Las expediciones a nuevas tierras debían estar autorizadas por la corona, pero es sabido que se producían expediciones "clandestinas" con cierta regularidad. Si en alguna de esas expediciones se encontraba alguna costa potencialmente interesante, había que intentar obtener el permiso a posteriori, pero sin dar demasiadas pistas de lo que se iba a buscar ni donde. Precisamente en una de esas peticiones al rey (Felipe III en este caso) encontramos motivos para sospechar que Fernández llegó a NZ:

"...proponiendo conquistar las tierras que había descubierto el piloto Juan Fernández, luego de haber navegado durante un mes desde las costas de Chile hacia el oeste, habiendo sido el mismo que antes había reducido a sólo 30 días de viaje la navegación entre Lima y la costa central de Chile"

Sea  como fuere, Juan Fernández no dio cuenta de ese descubrimiento, si es que lo hubo, así que le recordaremos solo como descubridor del archipiélago al que dió nombre y de la ruta que evitaba la corriente de Humboldt.

2.- El Atolón de Diego García

Durante la guerra del Golfo (la primera, la de Bush padre, la de Felipe González y, con perdón, la de Marta Sánchez), era muy frecuente oír noticias sobre bombardeos realizados por los B52 que habían partido de un lugar al que en la tele se referían como "Diego García", sin más datos. En esa época me llamaron mucho más la atención los B52, provecto anciano que sigue operativo, que la ubicación de lo que quiera que fuese "Diego García", además estamos hablando de principios de los 90, 8 años antes de la fundación de Google y, por descontado, con escasas posibilidades de acceso a internet. No fue muy difícil averiguar que Diego García era el nombre de una isla o atolón bajo soberanía británica, que estaba ubicada en el Océano Índico y que en ella se había instalado una base aeronaval americana. Y ya, nunca supe más del tema hasta hace poco.

Impresionante imagen de un B52 y un B2 Spirit rodando en Diego García
Resulta que el atoloncito forma parte del archipiélago de Chagos y goza de una posición estratégica inmejorable, en pleno centro del Océano Índico, con países potencialmente problemáticos como Sudán, Somalia, toda la península arábiga, Irak, Irán, Afganistán, Pakistán... en un radio de menos de 5000 km. Esta ubicación hacía el lugar idóneo para ser la base de operación de los bombarderos estratégicos en la zona, así que en 1965 los británicos compraron por 3 millones de libras el archipiélago completo dentro del programa de defensa conjunta con los EEUU. En 1971, buen año,  se comenzó la construcción de la actual base. Como es habitual, no a todo el mundo le sentó bien esta compra y aún hoy hay un movimiento de protesta que exige el retorno de los antiguos pobladores a la isla.

Claro, que puestos a ser pijoteros, podríamos pedir el retorno de los más antiguos pobladores de la isla e, incluso, de los más antiguos que los más antiguos pobladores de la isla... hasta llegar a su descubridor que, no os soprenderá, se llamaba ¡Diego García (de Moguer)! y era paisano de Juan Ramón Jiménez.

Diego García nació en Moguer en 1484 y participó en la expedición de Magallanes/Elcano (1519) que acabó circunnavegando el globo, sólo que García estaba embarcado en la San Antonio, al mando de Esteban Gómez, que al ver la pinta del estrecho de Magallanes decidió dar media vuelta y volver a Sevilla. Gómez Fue juzgado por ello, aunque volvió a tener oportunidades de servir a la corona, pero eso es otra historia. Así pues, nuestro personaje estuvo embarcado hacia la gloria, pero la esquivó hábilmente. Puede que de paso también esquivara la muerte, lo que le permitió continuar con su vida de explorador.

El atolón de Diego García, la base aérea a las 10.
En Google earth podéis ver varios B52 y B1.
Los B2 están en los hangares
Para 1526 don Diego había progresado lo suficiente como para comandar su propia expedición, en este caso auspiciada por la casa de contratación de La Coruña y con motivos puramente mercantiles. Llegó al rio de la Plata y allí se encontró con el veneciano Caboto, sí, el mismo que había sido enviado en auxilio de Loaysa. Como ya sabíamos, Caboto no cumplió su misión de pasar al Índico en ayuda de Loaysa, sino que se entretuvo en el norte de Argentina, donde se lo encontró Diego García. Se produjo entre ellos una discusión sobre quién tenía derecho a explorar por allí: que si yo he llegado primero... ya pero las capitulaciones son mías... pero yo he fundado el Sancti Spiritu... tú te largas porque lo digo yo...Al final no llegó la sangre al río y, al menos, no protagonizaron la primera pelea entre un italiano y un español en Argentina.

Todo lo anterior está muy bien, pero navegando por el río de la Plata no es fácil descubrir una isla que se encuentra casi en las antípodas, así que no debió ser en esta ocasión en la que escribió su nombre en los mapas. Lamentablemente esta vez tendremos que ser bastante confusos ya que hay pocos datos para ser profundos. La versión más extendida dice que Diego García comandó una expedición portuguesa por la zona en 1554 y fue el descubridor de la isla que acabó llevando su nombre, pero el asunto no está en absoluto claro. Hay incluso quien opina que el nombre actual proviene de una mala interpretación de la expresión latina "Deo Gratia" o de Don Garcia, por el gobernador portugués Garcia de Noronha. En cualquier caso, se non è vero, è ben trovato y este atolón tan importante en la geoestrategia mundial llevará para nosotros el nombre de un casi olvidado navegante onubense del siglo XVI.

3.- El Banco Serrana

Nuestras anteriores paradas fueron, primero todo un archipiélago y después un atolón como es debido, con su buena laguna interior y 25 km de largo. La próxima no pasa de ser una barra arenosa, aspirante de atolón, situada a unos 300 km de la costa caribeña de Nicaragua conocida como Banco Serrana. Un bulto sospechoso y peligroso en medio del mar, vamos. Se diría que hemos bajado no uno, sino todos los escalones posibles en la jerarquía interna de las islas, pero no así en los hechos que les dieron nombre.

Pedro Serrano fue un marino español del siglo XVI, uno de tantos, de cientos, que participaron de forma casi anónima en la expansión del mundo conocido. En 1526 andaba el hombre saltando entre los distintos puertos que los españoles controlaban ya en América a bordo de un patache. En uno de sus viajes le sorprendió un fuerte temporal que mandó su embarcación al fondo del Caribe, que por entonces ya estaría bastante surtido de pecios, pero hoy debe estar alfombrado, literalmente. Murió toda la tripulación menos el propio Serrano, que alcanzó a nado la barra que hoy lleva su nombre según nos cuenta el Inca Garcilaso  principal fuente de información sobre el suceso.

El Banco Serrana. Hay fotos mucho mejores que
esta, pero impresionan menos
Una vez hecho a la idea y repuesto del naufragio en sí, don Pedro se dio una vuletecilla por la isla, lo que a.- no le debió llevar demasiado tiempo y b.- le debió servir para darse cuenta de que su situación era manifiestamente mejorable. El lugar en el que había dado con sus huesos no era más que una serie de bajíos que en algunas zonas asomaban ligeramente sobre el agua, sin vegetación, sin agua dulce, sin vigilantes de la playa y, lo que es peor, sin chiringuito. Para completar el desastre, la zona era conocida por su peligrosidad, precisamente por los bajíos, así que era evitada por las naves que cruzaban el Caribe, lo que Pedro ya sabía, pero tendría tiempo de sobra para constatar...

Pero lo primero es lo primero y había que buscar algo que llevarse a la boca. Pedro tuvo la suerte de que, si bien el atolón era poco frecuentado por humanos, era lugar de desove para tortugas, así que de tortugas, cangrejos, caracoles y similares fue viviendo como pudo. En concreto las tortugas suministraban carne, sangre y concha, que Pedro utilizaba para recoger agua:

"De esta manera se sustentó los primeros días con matar todas lar tortugas que podía, y algunas había tan grandes y mayores que las mayores adargas, y otras como rodelas y como broqueles, de manera que las había de todos tamaños. Con las muy grandes no se podía valer para volverlas de espaldas porque le vencían de fuerzas, y aunque subía sobre ellas para cansarlas y sujetarlas, no le aprovechaba nada, porque con él a cuestas se iban a la mar, de manera que la experiencia le decía a cuáles tortugas había de acometer y a cuáles se había de rendir. En las conchas recogió mucha agua, porque algunas había que cabían a dos arrobas y de allí abajo."
Hay que ver lo que se parecía Pedro Serrano a Tom Hanks
Por no haber, en la isla no había ni piedras, así que Pedro hubo de buscarlas en el mar. Con alguno de los guijarros que sacó y restos de madera y vegetación que sacaba del mar consiguió hacer fuego, lo que unido a la abundancia de mariscos y tortugas, ponía a Pedro más cerca de convertirse en propietario de chiringuito, que seguro que era lo que le pedía el cuerpo. Desgraciadamente sus circunstancias habían mejorado algo, pero no lo suficiente como para pensar en fundar una cadena hostelera.

En ese estado pasó unos tres años, whenderepente apareció en la isla otro náufrago, que como es lógico no podía ser más que español y, como era de esperar, Pedro y él acabaron tirándose los trastos a la cabeza. Normal, dos españoles en una isla tan pequeña y sin gran cosa que hacer, acaban discutiendo. Uno sería del Barça y otro del Madrid o algo...

"Así vivieron algunos días, mas no pasaron muchos que no riñeron, y de manera que apartaron rancho, que no faltó sino llegar a las manos (por que se vea cuán grande es la miseria de nuestras pasiones). La causa de la pendencia fue decir el uno al otro que no cuidaba como convenía de lo que era menester; y este enojo y las palabras que con él se dijeron los descompusieron y apartaron. Mas ellos mismos, cayendo en su disparate, se pidieron perdón y se hicieron amigos y volvieron a su compañía, y en ella vivieron otros cuatro años. En este tiempo vieron pasar algunos navíos y hacían sus ahumadas, mas no les aprovechaba, de que ellos quedaban tan desconsolados que no les faltaba sino morir."

Así pues, Pedro pasó en total unos ocho años en la isla antes de ser rescatado por un navío que finalmente vio sus señales. No sabemos el nombre de su compañero durante cuatro años y NO le llamaremos Viernes, pero el pobre murió en el camino de regreso a casa, que sí completó Pedro Serrano. De hecho, conservó el aspecto de homínido barbudo que se le debió quedar hasta presentarse delante el emperador y contar su historia.

Fuera o no cierta en su totalidad la historia de Pedro Serrano, es casi seguro que Daniel Defoe supo de ella y, tras conocer a Selkirk, las historias de ambos le sirvieron de base para su Robinson Crusoe. Como os adelanté al hablar de Selkirk, sus andanzas fueron unas vacaciones en un todoincluido al lado de las peripecias del amigo Serrano.

A modo de conclusión

Paradójicamente, en ninguna de las tres paradas de hoy hubo contacto hispano-aborígen, sin embargo es un buen momento para reflexionar sobre él. Suponed que una destelleante nave espacial desciende a las afueras de vuestro pueblo. De ella baja un individuo antropomorfo con un brillante traje metálico acompañado por un androide de unos 3 metros de altura y os dice "Klaatu barada nikto" ¿saldríais corriendo o le intentaríais comprender? Y si en lugar de un platillo volante fuera una nao castellana de la que bajara un barbudo bajito, cabreado y con coraza montado sobre un enorme cuadrúpedo ungulado y diciendo: "Abraza la fe de Cristo" ¿le haríais caso?

Éramos nosotros los que decíamos "Klaatu barada nikto"

Nota a pie de entrada

Las películas de ciencia ficción de los 50 son absolutamente apasionantes, tanto las buenas como las malas. Por sí solas darían para un magnífico maratón de fin de semana ante la tele. Mi pequeña lista (dos para el viernes, 4 para el sábado y 4 para el domingo):

 






5 comentarios:

  1. Magnífica entrada. Admiro tu capacidad de relatar historias tan apasionantes.

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  2. Hoy he vuelto por aquí para instruirme con las historias que nos cuentas. Saludos!

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    1. Muchas gracias Joseva. Disculpa, pero he visto hoy los comentarios...

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  3. Hoy he estado por aquí para disfrutar con lo que nos cuentas. Saludos y gracias!

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