viernes, 30 de octubre de 2015

Un Rulo por Aquitania (y II)


Llegada a Nérac

... Nos habíamos quedado visitando el molino fortificado de Barbaste, hasta donde habíamos llegado a pie desde Lavardac. El Molinillo es agradable de ver y justifica el paseo que, a su vez, había contribuido a que me dejaran de temblar las piernas por el susto de la mañana. A la vuelta se pone de nuevo a llover y no nos queda más remedio que parar en un dizquerestaurante y comer algo. Por cierto, el restaurante cargado, pero cargado, cargado de pósteres de toros y motivos taurinos en general. Y no era el primero que veíamos así. Ahora que lo pienso, TODOS los restaurantes y bares de esa zona en los que paramos tenían algún motivo taurino y, en muchos casos, el logo de un tal club taurino Paul Ricard. Adicionalmente, en esos lugares siempre chapurreaban el español y, helado me quedé, se dirigían activa y afectivamente a nosotros en español. Cosas veredes...

Vuelta al barco y más Reina de África hasta Nérac, cuya esclusa pasamos con éxito pero más miedo que vergüenza. Y aquí haremos noche...

Nérac


Amarrados en Nérac
Nérac sí es un pueblo que merece la visita. En realidad, desde que tomamos el Baïse tanto los pueblos, como el paisaje e, incluso, el paisanaje mejoraron sustancialmente lo anterior (el cognazo del canal). Adicionalmente el tiempo comenzaba a aclarar y tenía pinta de que los días venideros iban a ser mejores y, sobre todo, Hércules Cousteau (el Panoly, o sea, el menda) había demostrado en la esclusa de Nérac que el asuntillo de Lavardac había sido un mero incidente por falta de información. El puerto de Nérac consta de una serie de amarraderos en línea y dispone de WiFi y unas duchas en plan camping que no usamos, amén de las habituales conexiones de agua y luz que, gracias a que Hércules Cousteau McGyver había reparado el cable, sí podíamos utilizar.

La entrada navegando en Nérac es tan bonita como el pueblo, la esclusa está justo antes del puente viejo y el puerto está entre éste y el nuevo, unos 200 m más allá. Esta circunstancia hace que tanto lugareños como turistas se aposten en el puente a ver las maniobras escluseras cuando llega un barco. Menos mal... no quiero ni pensar que hubiera sido así en Lavardac, ahora mismo sería el rey de Youtube!

En fin, que aparcamos y nos vamos de paseo por el pueblo. Aparte de la zona del río, hay un par de iglesias interesantes y un pedazo del castillo de Enrique IV (Ojo, no es un peaso de castillo, sino un pedazo DEL castillo. Vamos, que solo queda un trozo) que se deja ver pero, como digo, es de los pueblos por los que se pasea medio a gusto. A eso de las 2000, que ya nos vamos conociendo, empezamos a pensar seriamente en buscar lugar para cenar. Pues... que si quieres arroz. En tres sitios nos dijeron que estaban desolés, pero que no, que acomodar a dos adultos y dos ninios era très dificile y pas possible. Lo del desolé ya me llevaba días tocando las gónadas, porque, vamos a ver: si es evidente que te importa una higa ¿no puedes usar una palabra menos rotunda? Cuando alguno se salte un paso de cebra (cosa harto probable, como os contaré) y me atropelle, ¡no sé qué va a decir! Más que decir, ¡tendrá que hacer! Bueno, mejor que no, no sea que... y (*A).

Nocturnas en Nérac
En fin, que al final compramos unas pizzas en un sitio súpercutre en el que también había carteles de toros y hablaban español y nos las llevamos al barco. Por cierto, que me medio sorprendió que dos personas que vinieron a recoger las suyas mientras esperábamos pagaron con cheques bancarios. Mira, en eso sí son serios los tíos.

De modo que cena familiar tranquilita y después salida de safari (fotográfico) nocturno

A la mañana siguiente (sábado) había mercadillo, así que, a pesar de que el día de navegación iba a ser largo, echamos un rato por allí después de desayunar en la plaza. Las siguientes horas de navegación os las ahorro, salvo que en la esclusa de la muerte me hice un par de fotos. Llegamos a Buzet a tiempo para comer, en esta ocasión en el barco, tras reincorporarnos al canal. Después tiramos hasta Damazan, donde pasaremos la noche. Hace bueno y el día va según lo previsto, así que podemos hacer uso de un cartucho tranquilizador de ninios que tenía guardado y nos acercamos en bici al lago de Damazan, donde hay un camping y un teleski (acuático) subvencionado con fondos europedos ¡tomaya! Alquilamos un rato de "stand up paddle", que no me apetece tener que rascar con una espátula los restos de mi ninio de algún poste del teleski y nos tomamos una cervezuela al solete. Como yo soy algo lento, pero no tonto del todo, y el francés ya lo he ido desoxidando, me atrevo a pedir consejo para cenar al tío del chiringuito y me dice que es 15 de Août y que el único restaurante del pueblo está fermé y los más cercanos están a no menos de 8 o 9 km -inviable para volver de noche por carretera- pero que nos puede hacer unos perritos; no más de 4, eso sí, que no le quedan más salchichas, que desolé. Así que allí nos tienes a las 1945 cenando cuatro perritos y una bolsa de patatas en un lago mirando como una mushasha intenta once (11) veces seguidas arrancar con el teleski y las once cae cual larga es en la rampa de salida. Tenaz era, desde luego. ¡Oiga, otra birra, que esto no hay quien lo pase! De vuelta a Damazan, restaurantes no hay abiertos, pero gente jugando a la petanca hasta bien de noche, si.

Ojo, foto tomada después de ser rechazado
en el Maxim's de Marmande
El domingo es el último día de navegación, y además breve puesto que Le Mas d'Agenais está a solo unos km. Llegamos, hago un atraque en paralelo marcha atrás que lo podría firmar el mismo Vicente Yáñez Pinzón y nos acercamos al pueblo a intentar comer. He dicho bien, "intentar" porque es domingo y está todo cerrado, así que yo trinco la bici y me largo a Marmande a coger el tren que me lleve de vuelta a recoger el coche y dejo a la familia comiendo sobras en el barco. Hasta Marmande tardo unos 45 min, encuentro la estación a la primera, a estas alturas mi francés es como el de Balzac y la cajera de la SNCF me entiende sin esfuerzo y sin poner gestos demasiado raros... la vida me sonríe. Cruzo a un restaurante al que he echado el ojo al pasar, son las 1406 y... lo habéis adivinado, que desolés, que la cocina cierra a las 1400. A quién se le ocurre... En fin, al menos me tomo una cerveza y unas patatas en el bar de la estación. Os ahorraré el resto, pero brevemente diré que el tren se averió algo antes de Moissac y que, por no esperar, me bajé y completé el camino en bici. El coche estaba en su sitio, bien. Mientras montaba de nuevo el portabicis apareció el individuo que comandaba la base de LeBoat. Intentó hacerse el sueco pero le dije que vaya mierda de barco nos habían entregado, y vaya caca de servicio daban (no os he contado ni la mitad de las cosas que no funcionaron). Alucinante la habilidad del hombre para alejarse silbando el puente sobre el rio Kwai. En francés, además. Ni desolé dijo (*A). Yo ya iba con mucho retraso por lo del tren así que pasé de él y volví a reunirme con la Santa y los ninios.

A la mañana siguiente devolvimos el barco en cuanto abrieron y comenzamos la última parte del viaje hacia la Isla de Ré.

Isla de Ré


Ya me habéis oído decir alguna vez que el mar es una cosa muy seria que hay que dejar a los profesionales. Nombela (Toledo) y Urho, cerca del EPIA (en China) deben ser los dos puntos más tranquilicos de España y el Mundo, respectivamente. Desgraciadamente, el resto de mi familia no opina lo mismo y decían que unas vacaciones sin tocar la playa, como que no. Un cliente, y sin embargo amigo, me recomendó un sitio del que no había oído hablar en mi vida y que resulta que ahora está más de moda que los pantaloncicos-braga estos que llevan las mozas (SLURPS! o PuaGGGH!, depende del caso). Yo soy de natural generoso, pero algo vengativo, lo reconozco, así que accedí a tres diítas en la isla, que está relativamente accesible desde Le Mas d'Agenais. Eso si, el recorrido de ese día lo fijé yo... y dimos unas cuantas vueltas por tierra firme antes de acercarnos al infierno de la costa.

Labastide de l'Armagnac




En primer lugar bajamos a Labastide d'Armagnac, un pueblín típico de la zona de Armagnac, como su propio nombre indica, que resultó ser aún más pequeño de lo descrito en la guía (si la guía es Francesa hay que aplicarle a cualquier cosa de Francia un factor de corrección de tamaño de en torno al 25% y otro de interés del 33%) (*A), pero que era interesante y, como llegamos tempranito, lo teníamos para nosotros solos.

De ahí volvimos a apuntar hacia el norte, con la intención de comer en ruta un picnic en algún viñedo Bordelés. Las viandas las compramos en Captieux, otro pueblo plagadito de motivos taurinos. Hasta la panadería estaba llena, bueno, en realidad la mitad de la panadería, la otra mitad estaba llena de parafernalia de rugby. De hecho, hay en Captieux una "Feria de Rugby y Toros" así, en español. Espero que no a la vez, sería digno de ver.

¡Ensayo y olé!
Continuamos en busca de un lugar para el piquenique, siempre por carreteras secundarias. En Burdeos hacen vinos extraordinarios, supongo, nunca he probado un vino de Burdeos de más de unos 30€ y los de menos me han decepcionado supinamente. Ahora bien, hay que reconocerles que tienen unos viñedos alucinantes, preciosos, magníficamente cuidados. Da gusto verlos. Finalmente paramos junto a unas ruinas y unos viñedos.

Y de ahí a Saint-Émilion, que es como el Mont Saint Michel, pero sin mar alrededor, así que mejor. Bueno, el Mont Saint Michel es soportable cuando NO tiene mar alrededor, claro. Aquí tuvimos suerte primero y mala suerte después. El pueblo estaba de bote en bote, tanto que había coches aparcados como a un km de distancia. Cuando ya pensaba en desmontar las bicis y aparcar atpc, justo a la entrada del pueblo se fue un FIAT 500. Meter mi Alltrack con las bicis atrás en ese hueco tuvo cierto mérito, pero de algo tenía que valer el entrenamiento de una semana manejando el Titanic por los canales..

Ahí se acabó nuestra suerte porque no pudimos visitar la iglesia monolítica, que parece ser muy interesante. Estaba hasta la bandera, como el resto del pueblo. Muy bonito y recomendable, a pesar del mogollón.

De ahí a coger el ferry que cruza la Gironda entre le Verdon sur Mer y Royan. Reconozco que pensaba que podríamos ver el faro de Cordouan, pero no, para eso hay que coger un barco específico y no teníamos tiempo. Falta de preparación, impropia del menda. No se repetirá.

Y ya hasta la Isla de Ré, que es una islita superplana de unos 35 km, con playas al sur y salinas al norte, que está plagada de campines, hoteles y carriles bici y que se deja visitar para un par de días. Además, está justo frente a la Rochela, que era un destino al que, casualmente, yo quería ir por mis intereses históricos. Por supuesto, el hecho de que accediera a lo de la isla de Ré no tiene relación alguna con lo de la Rochela, es mera casualidad.

Torre de San Nicolás, en La Rochela
La isla está unida a la Rochela por un puente de peaje. Cuesta 16€ entrar y salir. Los jashondos de los galos dan folletos diciendo que ya no se pagan los antiguos 16€ de peaje por pasar el puente, ahora se paga una tasa ecológica de 16€. Ahí, distinguiendo.

De esta parte sólo diré dos cosas:

1.- La Rochela mola mucho, hay mucho que ver, mucha vida, mucha gente... recomendable

2.- La Isla de Ré también es recomendable. Nos movíamos en bici, la Santa y los ninios negociaban conmigo un determinado tiempo de playa y yo me buscaba un refugio con wifi y cervecita desde donde no se viera el mar o me iba a hacer fotos. Es curioso que a pesar de ser un lugar 99% turístico, el 1% restante sigue a su rollo, con sus viñedos y maizales y tal. 

Sí merece ahora una mención la afición de esta gente a la pugnetera mantequilla. A ver, garçons et filles, que os saliera bien de casualidad lo de echar mantequilla a un cachopan y saliera el cruasán, no quiere decir que vaya a funcionar siempre, ¡no hay por qué bañar en mantequilla el pescado a la plancha, las gambas, los mejillones, las almejas! ¡Hasta la cerveza sabe a mantequilla!

3.- He mentido, voy a decir 3 cosas. Las mareas aquí son kilométricas, si tienes un barquito supongo que estarás al tanto del tema, pero puedes encontrarte que no lo puedes sacar del puerto cuando vayas a por él

4.- Dije 3? van a ser 4. Aparte de las mareas, los atascos también son kilométricos y un momento más para ver cómo son los lugareños. Imaginaos, carretera muy secundaria, pero la principal de la isla; un carril en cada sentido; 1830h, el tráfico de salida de la isla es intensísimo, el de entrada casi nulo. Los de salida forman una línea continua de coches circulando a 20 por hora. En el sentido entrada circula un viejecito con una C15 más vieja que el hilo negro. El viejecito quiere girar a la izquierda para tomar una carreterilla aún más secundaria pero, claro, el tráfico en sentido contrario (recordad, van a 20 o menos) no se lo permite. Me quedé esperando a que alguien frenara y le dejara girar. Si no es porque el tráfico de salida se ralentizó y llegó a parar, aún sigo allí. Cinco minutos de reloj de coches pasando, mirando al viejecito y no dejándole girar. Y eso es así siempre, en la carretera, en bici, en las escaleras, en las puertas... ellos y su ombligo, los primeros (*A).

En fin, resumiendo, que interesante viaje. Lo del barco un rollo patatero, no se repetirá.

Y, como diría Forrest Gump, eso es todo lo que puedo decir sobre este viaje....

...peeeero ¿he oído mencionar La Rochela?¿La misma Rochela de la que partió el U-96 de Das Boot?

¿La misma en la que la armada castellana se cepilló causó ciertas molestias a la inglesa hundiendo todos y cada uno de sus navíos en 1372?

¿La misma en la que se usó, por primera vez en la historia, la artillería embarcada?

¿Esa misma Rochela?

Me da a mi que esa es una "casualidad" que no deberíamos dejar escapar ¿no?

Si es que me las dejan botando...

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